En los tratados aquí reunidos, Borges habla de la esencia del tiempo,
que se concreta bien en el mecanismo de una metáfora, bien en una
refutación filosófica. El asunto es la coincidencia, la ocupación de un
mismo lugar físico o mental, la repetición, la versión. Así, el ensayo
sobre los traductores de «Las mil y una noches» tiene su eco en los
símiles de la literatura germánica antigua; la doctrina de los ciclos
halla su espejo en las enseñanzas de la termodinámica. «Historia de la
eternidad», cuya primera edición data de 1936, prefigura ya los
contornos del Borges del medio siglo posterior.